El dedo índice apuntando hacia su sien. Señala su cabeza, su mente, el punto esencial de todo el cambio. Magnus Norman, el couch de Stan desde 2013, determinó la gran transformación de su carrera, dijo: "Hay que desarrollar un instinto 'Agresivo' de él en la cancha. No puede seguir jugando como un chico bueno, hay que desarrollar su faceta de agresividad y confianza en la cancha. Fuera de ella es un encanto, tímido callado algo falto de confianza, y eso lo traslada al juego. Eso debe cambiar".
Wawrinka es un tipo criado en una granja de Lausanne, Suiza, fuera de la urbe, sin grandes lujos. A los 8 años descubrió el tenis y se le dió naturalmente: tenía ritmo, coordinación, leía los golpes. A los 15 decidió que quería probar ser profesional. A los 23 años ya era top ten y su revés a una mano era "Espectacular" se hizo, temido y respetado. El suizo iba a la sombra de otro suizo una "Leyenda", Roger Federer. Sin embargo, eso no le molestaba, al contrario, se ajustaba a su "Bajo Perfil". Pero una vez que llegó a la elite, vino el freno, las dudas. El estancamiento desesperó a Wawrinka, quien veía el tiempo pasar y ni siquiera creaba las oportunidades que lo llevaran a destacarse como él sabía que podía. Entrenaba con los buenos y les daba un baile, pero a la hora del partido todo era una excusa para no lograrlo. Y se retraía, se "desmoronaba" y perdía. No tenía la mentalidad de campeón. Quizás era un tipo demasiado sencillo.
Hasta que llegó la madurez y su destape; a los 28 años, una edad avanzada para los top del tenis pero suficiente para alguien con su talento. Y reforzado a partir de los fracasos. Porque buena parte de su reinvención se trató de ello. Así lo tatuó en su antebrazo izquierdo, al citar una frase del irlandés Samuel Beckett: "Lo intentaste. Fracasaste. No importa. Sigue intentándolo. Vuelve a fracasar. Fracasa mejor". Ya no le temía a la derrota, entonces fue por todo.
En los últimos 3 años el cambio ha sido brutal, tanto que hoy ganó el tercer Grand Slam de su carrera, venciendo con claridad notable, en cuatro sets, nada menos que al número 1 del mundo, el serbio Novak Djokovic. Y de las últimas 11 finales que ha jugado, las ha ganado todas. No siempre se crea las chances, pero cuando lo logra, no las desperdicia.
En una época dominada por Federer, Nadal, Djokovic y Murray, Wawrinka se hizo un espacio en la historia. Y sigue siendo sencillo, aunque en la cancha ahora sale a dominar y devorar, con instinto animal
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